Los modelos fabricados con PVC no filtran y permiten la diseminación de los aerosoles, mientras que sobre las mascarillas semitransparentes los científicos denuncian su nula eficacia.
Nadie duda de la importancia de poder contemplar la expresión facial de las personas con las que te relacionas, pero ¿arriesgarías tu salud por ver una sonrisa? Todo indica que, al llevar alguna de las muchas mascarillas transparentes que en la actualidad están en el mercado, lo estamos haciendo. “Me gustaría homologar las mascarillas transparentes cuanto antes, pero no se puede en este momento porque el tejido que se utiliza no protege frente al virus”. A pesar de estas declaraciones del ministro de Consumo Alberto Garzón al ser preguntado por el colectivo de personas sordas sobre cuándo tendrían una mascarilla transparente homologada, cada día son más los modelos que podemos encontrar online, en tiendas físicas e, incluso, en algunas farmacias. ¿Por qué? Te lo contamos a continuación.
Hay muchos tipos de mascarillas transparentes, pero básicamente podemos dividirlas en dos grupos.
- Por un lado, están las fabricadas en PVC, que no están homologadas ni certificadas en España y que se venden bajo la certificación europea, que las acredita como Equipo de Protección Individual (EPI), aunque no como protector respiratorio.
- y por otro, están los modelos de tela semitransparente, algunos de los cuales aseguran sí cumplir con la normativa española UNE0065 para mascarillas higiénicas reutilizables.
¿Las mascarillas transparentes de tela están homologadas?
Y esto es precisamente lo que ha llamado la atención de los expertos, que se cuestionan cómo un laboratorio puede acreditar como segura una mascarilla estilo redecilla cuyo espacio libre entre hilos (los agujeros de la red) es hasta 100 veces más grande que muchas de las partículas respiratorias que expulsamos al hablar, respirar o estornudar y que transmiten el virus. De hecho, si rociamos esta mascarilla de poliéster semitransparente con un espray lleno de agua, ocurre exactamente lo mismo que cuando vertemos líquido ante un colador, que las partículas generadas traspasan la mascarilla sin ningún problema, algo que no sucede con una mascarilla común desechable.
El químico Luis Jiménez, autor de El Blog de Centinel, también se hizo una pregunta parecida el día que por casualidad una de estas mascarillas transparentes cayó en sus manos: ¿Puede una redecilla con agujeros de 2,5 mm capaces de dejar pasar los pelos de la barba filtrar partículas de 0.003 mm (el tamaño medio de las partículas bacterianas que se usa para los ensayos que certifican la filtrabilidad de las mascarillas)? El científico, que ha trabajado durante años en laboratorios encargados de realizar ensayos, no daba crédito a lo que veía y así lo denunció en su cuenta de Twitter (@centinel5051), como también han hecho otros colegas como Gemma del Caño (@farmagemma) o la doctora Esther Samper (@Shora).
Cualquier mascarilla higiénica que se venda en un comercio debe cumplir con las normas que regulan el diseño, el tipo de tela, el tamaño, el ajuste a la anatomía de la cara y dos aspectos fundamentales: su capacidad de retención de partículas y la respirabilidad. En el caso de las desechables, son la UNE 0064, y si es reutilizable, la UNE 0065. “La primera se establece mediante un ensayo de eficacia de filtración bacteriana, que analiza la filtración de partículas capaces de transportar virus y bacterias; y la segunda, con otro ensayo que calcula la pérdida de presión al hacer pasar el aire a través del tejido. Pues bien, hoy en día, al no haber un control del Gobierno sobre la certificación de esos productos, cualquier fabricante puede poner en su etiquetado que su mascarilla cumple con la norma 0065. La realidad es que varios modelos transparentes aseguran tener un certificado de ensayo que así lo certifica, pero lo cierto es que esos informes no están siempre realizados por laboratorios acreditados”, denuncia Jiménez.
En España, en concreto, no existe ninguno que específicamente tenga experiencia contrastada y acreditada para realizar este tipo de ensayos específicos de respirabilidad y filtración bacteriana, aunque sí que los hay con solvencia técnica suficiente y experiencia demostrada en la realización de ensayos similares, empresas serias que han pasado todas sus auditorias. Curiosamente, como nos cuenta Luis Jiménez, “los fabricantes de este tipo de mascarillas no les han encargado realizar los ensayos a estos laboratorios acreditados, sino que han acudido a los servicios de entidades que no están acreditados para nada parecido. Es más, algunos no contaban con experiencia en este campo antes de la pandemia”.
Sin control oficial sobre las certificaciones de las mascarillas
El problema con el que nos encontramos es que la acreditación del laboratorio no es obligatoria. Desde el Gobierno recomiendan verificar que el laboratorio que ha emitido el certificado de la mascarilla está acreditado en la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC), si no para esos ensayos específicos, por lo menos para similares. También aconsejan comprobar que ese laboratorio cuente con experiencia contrastada, pero al mismo tiempo no existe un organismo oficial que esté comprobando la veracidad de esos informes de ensayos sobre el material de las mascarillas.
La falta de control es notoria, algo que puede estar favoreciendo la llegada a los comercios de mascarillas que no nos protegen en absoluto. Sin ir más lejos, el laboratorio ITEL (Instituto Técnico Español de Limpieza), el encargado de realizar el ensayo de efectividad bacteriana y respirabilidad de la mascarilla analizada por Jiménez, no se encuentra en esta base de datos de ENAC. Precisamente, el Colegio de Farmacéuticos ha alertado sobre la validez y fiabilidad de los certificados emitidos por esta entidad, como señalaron en un comunicado: “Es recomendable prestar atención especial a certificados que tienen gran número de incoherencias y no se consideran válidos, como los del laboratorio ITEL, que actualmente se encuentra expedientado por el Ministerio de Industria y que está generando grandes problemas en el mercado. Por tanto, se recomienda no comercializar mascarillas ni filtros certificados por este laboratorio”.
Pistas que deben alertarnos de la efectividad del material de una mascarilla
Después de la realización de cada ensayo, el laboratorio en cuestión tiene que generar un informe, con su número correspondiente, y existen algunos datos que nos pueden hacer sospechar que no se ha realizado de modo correcto por un centro competente y con experiencia:
- Que el documento esté emitido por entidades que no estén registradas en la ENAC.
- Que haya errores de forma o de concepto; es decir, que el contenido no se adapte a lo que se pide: eficacia bacteriana y respirabilidad de la mascarilla. Por ejemplo, pueden señalar que ha pasado la normativa UNE, pero sin especificar qué normativa (0064 o 0065). También hay casos de informes en los que se asegura que la mascarilla pasa la normativa de comercialización europea (es decir, que certifican que está realizada con un material que no es peligroso, que no se descompone, no se rompe o degrada), pero esa no es la normativa de fabricación (es decir, que no ha pasado la normativa específica de protección frente a bacterias).
- Contradicciones, carencia de información relevante. Por ejemplo, sobre el cumplimiento de las propiedades asociadas a las mascarillas, como anunciar ciclos de lavado extraordinariamente elevados (más de 300), muy alejados de los resultados que pueden encontrarse en las series de materiales ensayados para la confección de mascarillas higiénicas que están publicadas en la web del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.
- Falta de identificación de quién ha realizado el ensayo. Pese a no existir la obligatoriedad de ser un laboratorio acreditado, éste debe tener solvencia técnica suficiente para ofrecer resultados sólidos y es obligación del fabricante o el importador responder por las propiedades declaradas de sus productos.
- Tampoco son válidos los documentos que puedan dar a entender que una mascarilla higiénica es un EPI o que tiene las prestaciones de un EPI, ya que las mascarillas higiénicas no tienen la consideración de equipo de protección individual ni de producto sanitario.
¿Las mascarillas de PVC transparentes son buenas?
Hay que recordar también que las mascarillas con válvula exhalatoria se prohibieron precisamente porque la válvula lo que hacía era permitir liberar parte de esas partículas que generamos al hablar. Los sanitarios las llevaban para evitar que se generara humedad dentro de la mascarilla y que resultaran más cómodas a la hora de trabajar, pero eso era cuando no había pandemia. Por ello, en estos tiempos en los que lo que se busca la protección comunitaria y en los que hay que evitar que nuestras partículas que generamos al hablar salgan al exterior, no tiene demasiado sentido que estas mascarillas transparentes lo permitan.
Por otra parte, el Consejo General de Enfermería de España ha alertado sobre los modelos realizados en PVC y que ya han lucido varias personalidades en televisión y en Instagram. Primero llama la atención el material, un plástico que no transpira y que no permite ajustarse a la anatomía de la cara, pero el colectivo también hace hincapié en los modelos que no están cerrados (tanto la parte de arriba como la parte de abajo, que deja libre el mentón) y que, por lo tanto, provocan que el aerosol que podemos producir al hablar, estornudar o al toser se libere en el aire ambiente.
La Universidad de Ciencias Aplicadas de Munich (HM) ha realizado recientemente un experimento con la intención de probar la eficacia de las mascarillas transparentes de PVC (en concreto las de estilo visera, que no se ajustan al mentón dejando toda la parte de debajo de la cara al descubierto), ya que cada día están siendo más utilizadas en los centros escolares de Alemania. Bajo la supervisión de Christian Schwarzbauer, profesor de Tecnología Médica e Informática Médica, el estudio concluyó que una persona que lleva puesta una de ellas, solamente con exhalar ya estaría repartiendo los aerosoles por toda la habitación. Al toser, generaría una nube de partículas que se extendería de manera más pronunciada aún y con bastante más rapidez por el cuarto, hasta alcanzar a las personas sentadas en la otra punta de la habitación, que recibirían una gran concentración de aerosoles.
Estos modelos se pueden vender, pero no están homologadas ni certificadas en España por las normas UNE64 y UNE65 que regulan la fabricación de mascarillas higiénicas de uso general, ya que esta normativa no recoge entre sus especificaciones los modelos fabricados PVC. Pero se están comercializando bajo otras certificaciones, como la certificación europea CEE 93/42 de productos sanitarios, lo que significa que se acredita su venta como producto sanitario (concretamente como dispositivo médico clase I para la prevención, control, tratamiento o alivio de una enfermedad), pero no acredita el producto como mascarilla higiénica. Algunos modelos también mencionan poseer el certificado EPI (UE 2016/425), que se refiere a los equipos de protección individual en general, pero no los acredita específicamente como protector respiratorio. En definitiva, como señala el Consejo General de Enfermería, estas mascarillas de PVC son accesorios con una función similar al de una pantalla protectora, que no filtran ni impiden la propagación de los aerosoles por los que se disemina el SARS CoV-2.
Fuente: Verónica Palomo, Erosky Consumer