La contaminación doméstica existe. "No nos damos cuenta de la cantidad de agentes químicos que introducimos en nuestra casa a través de las alfombras, los muebles nuevos, los materiales de construcción de las paredes e, incluso, de la silicona de la cubierta del móvil", advierte el médico toxicólogo Santiago Nogué. "Estos materiales están 'vivos': no dejan de soltar sustancias volátiles al aire". Y lo hacen durante mucho tiempo: entre cinco y diez años.

Si tomamos algunas precauciones, lo normal es que esta contaminación no represente mayor problema para el sistema respiratorio, ya que nuestro cuerpo aprende a tolerarla y, sencillamente, explica Nogué, deja de reaccionar a estas sustancias. "Esto resulta cierto en el 99,9 % de los casos", apunta.

Aunque para algunos menos afortunados, el mecanismo no funciona, pues su cuerpo se vuelve "hipersensible" a estas sustancias y reacciona a la presencia de algunos contaminantes domésticos, como si se tratara de un tipo de alergia o intolerancia química. "Estas personas sí pueden sufrir afecciones respiratorias, malestar general e incluso fatiga física y mental", dice el doctor. Para ellos, librarse de los contaminantes domésticos es una cuestión de salud evidente, "pero todos necesitamos aprender a sacar los tóxicos de casa", señala Nogué.

Respira hondo, pero en aire limpio

La calidad del aire que respiramos en casa fluctúa. Si imaginamos un salón en el que acabamos de pintar las paredes, resulta fácil de entender que la atmósfera está cargada de sustancias y seguramente no tardemos en abrir las ventanas. Pero la atmósfera doméstica también varía cuando compramos muebles nuevos o cuando usamos productos de limpieza de olores penetrantes. De hecho, hay estudios que afirman que utilizar productos de limpieza puede resultar tan dañino como fumar.

Y aún hay otros contaminantes ocultos. Según la Agencia Europea del Medio Ambiente, los principales son el radón (un gas radioactivo que se forma en el suelo), el humo de tabaco y los gases o partículas de combustibles quemados, además de otros productos químicos y los alergénicos.

También el modo de calentar la vivienda puede dejar productos de combustión en el aire. Y afecta cómo cocinamos -por ejemplo, el horno de gas puede liberar monóxido de carbono (CO), entre otras sustancias- el polvo retenido en los muebles, los ácaros... Hasta el hecho de ventilar de forma apropiada -o, por el contrario, deficiente- aumenta o disminuye la contaminación química doméstica.

Lo mejor para no tener tóxicos en casa consiste en no meterlos. Pero si esto resulta imposible, deja que pasen los menos. Y ya una vez que están dentro, ábreles las ventanas para que salgan. Este es el resumen de los siguientes seis puntos.

1. Ventila a tope

Para sacar los tóxicos del hogar, "no solo hay que limpiar, también tenemos que ventilar", recuerda Nogué. De hecho, abrir las ventanas resulta la forma más barata, rápida y sencilla de reducir la polución de químicos, "un gesto que renueva y depura el aire interior", explica.

Para que ventilar resulte efectivo, hay que abrir todas las ventanas y puertas a la vez. Y mejor aún, si estas tienen una posición enfrentada, ya que la aireación resultará más completa. Tampoco hace falta dejar las ventanas de par en par durante horas. Si ventilamos bien, cinco minutos es tiempo suficiente para renovar el aire de casa. Y otro consejo: intenta repetir el gesto dos veces al día, ya que disminuirás la concentración interior de contaminantes.

2. Dime cómo limpias y te diré lo que respiras

El armario de la limpieza revela la gran variedad de productos de higiene doméstica que utilizamos. El problema, dice el experto, reside en que muchos de estos artículos contienen lejía o amoníaco, productos eficaces para limpiar, pero cuyo uso libera compuestos orgánicos volátiles (COV). Y estas moléculas se evaporan al aire incluso cuando están almacenadas dentro del armario. "Si ventilamos, para la mayoría de nosotros no implican un problema; pero sí existen casos de intolerancia a los productos de limpieza domésticos, al detergente e incluso a los suavizantes de la ropa", advierte el toxicólogo.

Parece buena idea reducir la cantidad de COV que respiramos. La Fundación Europea del Pulmón recomienda escoger artículos de limpieza sin fragancias, porque los aromas pueden reaccionar una vez en el aire y generar otras moléculas. También conviene emplear jabones sólidos o líquidos, siempre que resulte posible, en lugar de los aerosoles, que dejan más sustancias en el aire. Y para no respirar tantas sustancias cuando limpias, repite la misma pauta: abre las ventanas.

3. Haz tus propios productos de limpieza

Nuestras abuelas tenían razón. Hay recetas de limpiadores tradicionales que resultan eficaces, y que podemos combinar con otros artículos. En caso de intolerancia a los productos de limpieza o para reducir nuestra exposición a estas sustancias volátiles, Nogués recomienda usar "vinagre para desinfectar la casa o bicarbonato en lugar de suavizante para la ropa", productos más naturales, y también menos irritantes.

4. Aleja el polvo (y hazte con una bayeta)

El polvo de los muebles actúa como un "atrapatodo" que retiene ácaros y sustancias químicas de todo tipo. De hecho, una investigación de 2016 identificó hasta 45 tipos de tóxicos químicos distintos en el polvo doméstico, entre ellos, ftalatos y varios tipos de fenoles.

Pero basta seguir algunos pasos básicos para disminuir la exposición al polvo, cuyo contacto prolongado, además, puede acabar causando una alergia. Primero, lávate las manos con frecuencia -basta con utilizar agua y jabón neutro- y hazte con una buena bayeta para limpiar el polvo a menudo. También ayúdate de un paño húmedo y friega. Otro consejo del toxicólogo: "Usa la aspiradora". Para mayor eficacia, existen aparatos con filtros de alta eficiencia en capturar las partículas aéreas (filtro HEPA).

5. Ahuyenta la humedad (y los hongos)

Ten en cuenta que no solo el polvo, también la humedad, puede afectar a tu sistema inmunológico, además de exponerte a un mayor riesgo de padecer problemas respiratorios. Para ahuyentarla de casa, resulta esencial evitar la condensación, un fenómeno frecuente en los cuartos de baño, sobre todo durante y después de la ducha. "Cuando los azulejos se vuelven negros esto denota un problema de hongos que pueden acabar, incluso, contaminando la esponja con la que nos lavamos el cuerpo", advierte el médico.

De nuevo la primera pauta reside en ventilar. Además, existen aparatos deshumidificadores bastante eficaces para absorber el exceso de agua del aire. Si tienes la suerte de contar con una ventana en el aseo, recuerda abrirla o mantenerla en posición oscilobatiente, ya que el aire que entra actúa con efecto secante y absorbe la humedad.

Y ¡ojo! Si te encuentras con moho o negreces en las baldosas, retíralo con cuidado. Las esporas pueden dispersarse con facilidad y, si no tienes cuidado, puedes acabar extendiéndolas por toda la habitación y agravando el problema.

6. Y usa una pintura eco

Cuando pintamos la casa, los gases y químicos del producto se liberan al aire. Aunque esta contaminación no cesa aquí, ya que la pintura fresca de las paredes continúa liberando sustancias incluso bastante tiempo después de haberse secado.

Si quieres eliminar este tipo de contaminación doméstica, busca pinturas etiquetadas como "naturales" o "ecológicas", porque suelen contener un menor porcentaje de compuestos orgánicos volátiles.

 

Artículo publicado por: Eva San Martín

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