Elegir una tarifa de luz no debería resultar demasiado complicado. No obstante, al igual que sucede con otro tipo de productos, las empresas comercializadoras disponen de diversas modalidades para seducir a todo tipo de clientes. Un caso muy claro es el de las tarifas planas de luz y gas, enfocadas a los que buscan cuotas estables. ¿Pero en qué se diferencia esta versión del resto? ¿Es igual de atractiva o esconde algún truco? En este artículo se hace un repaso por los puntos negros de esta modalidad.

Contratar una tarifa de luz puede convertirse en una tarea ardua, si se está dispuesto a dar con la mejor propuesta para el hogar. No obstante, dedicar tiempo a este trabajo permitirá evitar sustos posteriores. Por ejemplo, hoy en día existen cuatro grandes tipos de tarifas de luz: la fija de toda la vida, la que aplica la discriminación horaria, la que ofrece un precio distinto cada día y a cada hora y una última conocida como plana.

La tarifa plana se vende sola por el simple hecho de que supone pagar cada mes lo mismo. Saber el precio exacto del recibo ayuda a organizar mejor el resto de los gastos, pero ¿está entre las mejores tarifas de luz y gas del momento? Por muy interesante que resulte saber de antemano el coste mensual de la factura, esta propuesta tiene hasta tres limitaciones que la dejan fuera de las ofertas más atractivas para el consumidor medio.

1. Elegir el consumo antes de empezar

Lo primero que se debe tener en cuenta si se quiere contratar esta tarifa de luz es que pertenece al mercado libre. Es decir, los beneficiarios del bono social no pueden seguir manteniéndolo al pasarse a esta tarifa. Por otro lado, no todas las compañías la brindan, por lo que el consumidor está bastante limitado en lo relativo a las ofertas entre las que elegir.

Si pese a esto se está dispuesto a probar suerte, hay que saber que para contratarla se debe hacer una estimación de lo que se gastará a lo largo de todo un año. Esto se debe a que las tarifas planas, tanto de luz como de gas, aplican la cuota a raíz de un volumen concreto de kWh contratados. Así, por ejemplo, si se calcula que a lo largo de 12 meses se consumen unos 3.500 kWh de electricidad, la comercializadora ofrecerá una cuota mensual de 55 euros.

El problema es que estas tarifas están cerradas. Es decir, no se personalizan para cada cliente, por lo que tocará tirar por lo alto. En la actualidad no existe una oferta para un consumo de 3.500 kWh, sino que permiten contratar una con 2.500 kWh o una con 4.000 kWh. Por lo tanto, el primer peligro es que lo más seguro es que se pague más desde el minuto uno.

2. La ilusión del gasto ilimitado

El segundo problema surge del primero: al elegir un volumen (probablemente) superior al habitual, la persona se confía. Es decir, se consume más porque "ya está pagado". Por desgracia, esta situación genera la ilusión de que es posible consumir cuanto se quiera sin que afecte al recibo. ¿Pero es real? ¡Ni mucho menos!

Aunque mes a mes no se noten subidas en la factura eléctrica, la compañía hará una revisión de lo gastado durante todo el año cuando acabe el contrato. Si se detecta que el cliente se ha pasado de los kWh contratados, le tocará pasar por caja.

Aquí es donde viene el verdadero negocio, ya que el coste del kWh extra es bastante más elevado que lo que se pagaría por él en cualquiera de las tarifas de precio fijo. Para poder hacerse una idea, hoy en día se cobra 0,258 euros/kWh para la luz y 0,111 euros/kWh para el gas. En cambio, esa misma compañía aplica en sus modalidades de precio fijo un coste de 0,146 euros/kWh para la electricidad y 0,051 euros/kWh para el gas natural.

3. El pago extra, ¿una inversión a pérdidas?

Las compañías eléctricas lo tienen todo bien organizado para no perder, pero en casos como las tarifas planas queda más que patente. Como se ha visto, esta modalidad incita a consumir más de lo habitual. Pero ¿y si pese a ello el consumidor es organizado y gasta menos de lo contratado? ¿Qué pasa con el exceso de dinero pagado?

Aquí está el último peligro de este tipo de tarifas. Y es que, si se quiere recuperar esta inversión, se deberá renovar el contrato por otro año más. De esta forma, la eléctrica bonificará con la primera mensualidad gratis. Por lo cual, aunque sí se podría decir que se está recuperando el dinero (en función de los kWh que no se hayan consumido), no deja de ser una forma de atar de nuevo al cliente otros 12 meses en los que paga de más otra vez.

En resumen, aunque suene muy atractiva, la tarifa plana debería ser la última opción. Y es que si algo queda patente es que consiste en una modalidad con la que se acaba pagando de más en la mayoría de las ocasiones.

 

Artículo publicado en: Eroski Consumer

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