La deflación es una enfermedad comparable a una depresión clínica. Los que sufren esta pesadilla en la mayor parte de los casos van enfermando poco a poco, en un desenlace inexorable que por lo general se puede predecir con antelación. Al igual que en las depresiones, la deflación también afecta sobre la percepción o las sensaciones de las personas, y comparte la problemática de que de ambas es muy complicado escapar.

A grandes rasgos, el axioma de la deflación podría resolverse en estos 10 puntos:

1.- En periodos de incertidumbre el consumo cae ligeramente.

2.- Esta situación obliga a las empresas de bienes y servicios a bajar los precios para incentivar la compra.
3.- Los ciudadanos, conscientes de que los precios están bajando, mantienen la esperanza de que todo siga bajando y esperan a que toquen fondo para decidirse a realizar la comprar lo que paraliza el consumo.

4.- Las empresas empiezan a notar la falta de ingresos y se lanzan a rebajar los precios aún más para quitarse el stock, una decisión que alimenta aún más las esperanzas del consumidor de que ese producto puede rebajarse aún más.

5.- Ante la falta de ingresos y de ventas, las empresas empiezan a reducir costes lo que produce desempleo, rebaja la producción y puede implicar el cierre de puntos de venta.

6.- Esto provoca que se incremente la sensación (y realidad) de coyuntura económica. La gente percibe que hay menos dinero (aunque en realidad hay liquidez) y comienza a temer por su trabajo, lo que suele reducir aún más el consumo. Se mantiene la esperanza de que los precios sigan cayendo, entrando en una etapa de pleno periodo deflacionario.

7.- Para que haya más dinero en la calle e incentivar el consumo, los bancos centrales bajan el precio del dinero (tipos de interés) hasta casi el cero virtual ante la esperanza de que la gente emplee su dinero en comprar productos antes que en ahorrarlo (al bajar los tipos de interés los productos de ahorro como depósitos o fondos de pensiones pierden interés al poder ofrecer únicamente rentabilidades muy bajas). Los bancos no dan rentabilidad, no colocan sus productos y empiezan a notarlo en sus márgenes de beneficio.

8.- Llegados a este punto, tienes a ciudadanos que no están motivados para ahorrar pero que mentalmente tampoco están preparados para lanzarse a comprar ante la situación de incertidumbre y la parálisis. Un periodo que ni mucho menos anima a consumir. Además, los precios no terminan de tocar fondo, con lo que el consumidor siempre espera del momento idóneo.

9.- De forma prolongada, las empresas ingresan menos, con lo que el estado también ingresa menos impuestos y menos tributos. El producto interior bruto va deteriorándose y la capacidad del país para devolver su deuda se va haciendo más y más cuesta arriba.

10.- En una deflación crónica la parálisis se vuelve total. La economía se estanca, los precios se mantienen cercanos al cero virtual, los tipos de interés se mantienen también en el cero virtual y la posibilidad de subsanar esta situación se hace complicadísima. Se paraliza el consumo y el sistema se retrae a la espera de tiempos mejores.

Aunque parezca excesiva, no se trata de una radiografía alarmista. Por algo los economistas hablan del "fantasma de la deflación", porque es un estado aterrador. en esta situación súper potencias como Japón, tercera economía del mundo, ha estado cerca de 20 años y solo ahora, mediante un programa extenso de estímulo y flexibilización monetaria, se han marcado la prioridad de salir de la deflación para 2016, cuando esperan que sus precios ronden el 2% sostenido mediante un proceso de "ingeniería financiera" preciso y decidido.

Ahora Europa se encuentra en pleno romance con la deflación. coquetea con la caída de precios, mientras espera el momento para tomar decisiones políticas que azucen la economía. Saben que si tiran aún más los tipos de interés afectarían a los bancos que tanto han invertido en salvar durante el largo y sangrante peregrinaje por el desierto que está suponiendo la crisis en la eurozona.

Aunque por otro lado, la inacción envía una señal difícil de entender, la de que caminamos con paso firme hacia un precipicio del que nadie quiere oír hablar.

Una 'muerte en vida' ¿Cómo afectaría entrar en un proceso de deflación?

"La deflación, en general, es mala para todos", detalla a idealista news Daniel Blanco Martín, Vicepresidente de producto y gestión de activos de BBVA. en este sentido, en el segmento de los ahorradores "es mejor para aquellos que invierten en renta variable, ya que la renta fija no suele dar apenas retornos en esta coyuntura (los tipos de interés en estas fases suelen estar por los suelos o en negativo)".

En un proceso de deflación "no se compra porque se espera a que bajen los precios de las cosas, no se invierte porque la rentabilidad de los activos es baja y la bolsa suele estar sujeta a mayor volatilidad, no se contrata porque no hay consumo. Es un estado de 'muerte en vida'", apunta Blanco.

De este modo, el estado ideal es que marca una pequeña inflación anual de entre el 1% y el 2%, lo que implica dinamismo en la economía (sube el consumo, suben las contrataciones, suben los precios) y hace que la gente compre ya que espera que precio siga subiendo, lo que provoca que el consumidor perciba que el precio es una ventana de oportunidad para comprar. En este estado "todos están contentos", detalla Daniel Blanco, no sin avisar antes de que la inflación "es tan mala como el colesterol: tan malo es tenerlo por las nubes, como por debajo del mínimo".

Por su parte, el profesor de economía financiera de la universidad CEU-San Pablo, Miguel Córdoba, apunta a la necesidad de luchar "contra esta espiral" con bajadas de impuestos o el aumento de la inversión pública al incrementar la renta disponible y el consumo.

"Las cifras oficiales han tardado en reflejar la realidad que se estaba produciendo en España, debido a un acatamiento estricto de los mandatos de la Unión Europea, que está provocando la desaparición de la clase media", apunta el profesor, que considera que "sin clase media, España se aproxima a un mundo en el que la inmensa mayoría de las personas serán mil euristas, parados o jubilados, y entre todos ellos tendrán que alimentar a una oligarquía política que por supuesto no querrá perder sus privilegios", concluye.

De momento el Banco Central Europeo no da su brazo a torcer y confía en que los precios en la eurozona se recuperen por sí solos. Los tipos seguirán un mes más al mínimo histórico del 0,25%, mientras la inflación se reduce cada vez más y ya se encuentra en el 0,5%, sin saber si Europa despertará en unos meses de lo que podría ser un sueño o una pesadilla.

Escrito por @jpicazofeliu

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