El covid-19 acelera la demanda de la casa saludable, “aquel espacio de residencia que promueve la salud”, en definición de la OMS. Una nueva exigencia a la que responden los fabricantes promocionando las propiedades antimicrobianas de sus materiales pero ¿una capa de pintura o un tapizado del sofá pueden mantener a raya la propagación del SARS-CoV-2 y otros microorganismos patógenos?
En la próxima remodelación de su vivienda es muy probable que valore la compra de materiales y elementos decorativos que cuiden de su salud. La oferta es casi inabarcable.
Se puede optar por materiales cerámicos para baño y cocina que contienen “un principio activo dentro de su esmalte que lo hace resistente al crecimiento bacteriano”, explican en la web de Microban. Esta firma especializada asegura que su tecnología antibacteriana reduce la presencia de E.coli entre otras bacterias. También se puede optar por las cortinas Gunrid de Ikea que purifican el aire. Para lograrlo, su tejido “se ha tratado con un revestimiento de base mineral que reacciona con la luz natural y descompone los contaminantes del aire interior, como el acetaldehído”.
La duda es si los mensajes con que se promocionan estos productos superan el análisis científico, ¿podemos creer en sus promesas?
Solo son útiles los productos con 99,99% de eficacia
“Sí tiene base científica. Las partículas de óxido de titanio, que por ser económicas se incorporan en materiales de uso cotidiano, tienen propiedades fotocatalíticas, absorben la luz y provocan reacciones que deterioran moléculas con las que se encuentran”. Adolfo Fernández Valdés, director del Centro de Investigaciones en Nanomateriales y Nanotecnología del CSIC, alude en su explicación a las citadas cortinas, aunque pide prudencia: “No se puede generalizar, hay que analizar cada producto”.
Para este investigador experto en materiales antimicrobianos, “en la medida en que el consumidor pueda, debe buscar evidencias de que lo que se dice es cierto, para que un material tenga estas propiedades debe reducir los microorganismos al 99,99%. Solo a partir de esa capacidad, es cuando la colonia no va a poder regenerarse”. De este modo, una capacidad antimicrobiana del 95%, que a ojos del consumidor inexperto puede resultar convincente, no contribuiría de forma eficiente al empeño.
El análisis debe ser producto a producto. Informarse antes de elegir cocinar sobre una encimera con propiedades antibacterianas, pintar el salón con una pintura con aditivos antimicrobianos o revestir la casa con un eco cemento de suelo continuo para evitar la proliferación de bacterias en las juntas.
La recomendación de Fernández Valdés es mirar el etiquetado de producto: “La evaluación de la capacidad antimicrobiana de los materiales debe estar certificada, para lo que existen varias normas ISO”. Pero el investigador insiste, siempre buscando que su eficacia sea del 99,99%”.
Combatir la nueva amenaza vírica
El proceso parece irreversible, los materiales de construcción y decorativos con propiedades antibacterianas estarán cada vez más presentes en la vivienda. Sus destinos preferentes son el baño y la cocina, teniendo también en cuenta cualquier otra zona donde un exceso de humedad pueda generar la aparición de hongos, si bien en este supuesto, el primer paso sería acabar con las filtraciones o condensaciones que la provocan.
El propio CSIC ha avanzado en el desarrollo de sustancias específicas contra el SARS-CoV-2, el coronavirus responsable del covid-19. “Trabajamos en incorporar los principios activos que hemos desarrollado en el mundo real, a través de productos como pinturas, barandillas o picaportes”. Aunque Fernández Valdés no puede ampliar la información de estos aditivos pendientes de patentar, avanza que uno de ellos está basado en nanopartículas metálicas y el otro en material de naturaleza vítrea.
Es un ejemplo de cómo investigadores e industria suman fuerzas para combatir un problema que preocupa, y mucho. “Están surgiendo muchos microorganismos multirresistentes que no somos capaces de combatir con antibióticos. Hay estimaciones que advierten de que en 2050, el número de muertes provocadas por infección de bacterias resistentes igualará a las de cáncer”, explica el investigador.
El gran reto es desarrollar materiales con estas funcionalidades, pero con un coste asumible para una industria masiva como la de la construcción o decoración. Por ejemplo, desde la antigüedad se conocen propiedades del cobre o la plata: los romanos echaban una moneda de plata en los jarros de agua para que los iones que liberaba impidieran la proliferación de bacterias en el líquido. Hoy textiles con hilaturas derivadas de aditivos de plata que se utilizan para combatir la sudoración, pero no tienen sentido en una industria tan masiva como la de la construcción.
“La tendencia es incorporar esa funcionalidad en todos los materiales donde se pueda porque ayudan a evitar la proliferación de microorganismos, les aporta valor”. Por ello Fernández Valdés asegura que “una vez que se desarrollen materiales técnicamente adecuados y económicamente viables, se democratizará su uso”. Una expansión que sin duda tiene en el hospital su punto de partida, pero que también se generalizará en la vivienda, como ya estamos viendo.
Y para aquellos que estén barruntando que nos acercamos a la casa autolimpiable gracias a las propiedades antimicrobianas de estos materiales, se equivoca. “La limpieza y la desinfección en la vivienda siempre va ser necesaria. Lo que consiguen estos materiales es una primera línea de defensa para impedir que aniden los microorganismos, pero sobre una capa de suciedad, esos microorganismos volverían a actuar”, concluye el investigador.
Fuente: Raúl Alonso (colaborador de idealista news)