El gas radón es invisible, pero está en todos los edificios. No se asuste: suele encontrarse en concentraciones habitualmente bajas. Sin embargo, existen zonas en las que, por su geología, es probable encontrar edificaciones con niveles elevados. Y es que este gas noble, que procede de la desintegración de uranio presente en la corteza terrestre, puede filtrarse por la porosidad del terreno y llegar a penetrar y acumularse en los edificios y espacios interiores procedente del subsuelo.

¿Y qué provoca? Estragos devastadores. Se trata de la segunda causa de cáncer de pulmón tras el tabaco y la primera entre no fumadores. La combinación de radón y tabaco aumenta en 25 veces la probabilidad de enfermar, por lo que no es un tema baladí.

Más de 3.000 municipios en España están expuestos en mayor o menor medida al gas radón, por lo que están obligados a protegerse. La superficie de territorio español en zona de alto riesgo por el gas radón se sitúa en el 17%, casualmente el mismo número de personas mayores de 16 años que fuman a diario, según la Encuesta de Condiciones de Vida 2022.

Este mismo año se aprobó una iniciativa en nuestro país muy interesante: el Plan Nacional contra el Radón, en cumplimiento de una directiva europea, el cual establece las estrategias y actuaciones que las distintas administraciones públicas desarrollarán durante un periodo de cinco años para controlar el riesgo para la salud de la población derivado de la exposición a este gas. Es un paso necesario para evitar o prevenir más casos, especialmente en las regiones más afectadas: Galicia, Extremadura, Madrid, Castilla y León, Canarias o Cataluña.

Un plan estatal que debe ser un revulsivo para que la sociedad tome conciencia de un problema de salud pública y también para el sector privado que trabaja en soluciones innovadoras para, de forma eficaz y económica, garantizar la correspondiente protección tanto en obra nueva como en rehabilitación de todo tipo de edificación (viviendas, locales, escuelas, fábricas, edificios públicos, etc.).

El plan nacional establece pautas concretas con el objetivo de encaminarse hacia la erradicación de este gas. Desde el 20 de junio las empresas e instituciones públicas (escuelas, instituciones penitenciarias, centros sanitarios, ayuntamientos, etc.) están obligadas a medir el nivel de radón en las localidades con altas concentraciones de radón, concretamente en los centros de trabajo situados en planta baja o rasante.

Mediciones periódicas

También se deben llevar a cabo mediciones periódicas de los niveles de radón en sus instalaciones y tomar medidas para controlar los niveles si estos superan los valores recomendados. En España, la concentración de radón se mide en becquerelios por metro cúbico (Bq/m³), y el valor límite recomendado por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) es de 300 Bq/m³ en interiores, aunque la OMS recomienda tomar medidas a partir de concentraciones superiores a 100 Bq/m³.

Las medidas destinadas a limitar la concentración de radón, como pasa en el interior de los edificios, se basan en dos aspectos fundamentales: mejorar la ventilación a través de sistemas capaces de reconducir el gas radón al aire libre para evitar que penetre en el interior de las edificaciones (espacio de contención ventilado o despresurización del terreno) y, por otro, construir barreras de protección capaces de mitigar la entrada de gas radón procedente del terreno en el interior de la edificación. El Código Técnico de la Edificación recomienda preferentemente una barrera en zonas de riesgo medio y el uso de las dos medidas citadas en zonas de riesgo alto.

 

Fuente: David Rodriguez Cabaleiro, product manager en Molins Construction Solutions