El crecimiento de los coches impulsados por energías alternativas es imparable e irá a más, porque los motores de combustión tradicional tienen los días contados. Te mostramos las distintas opciones:

Solo quedan 12 años para poder comprar un vehículo nuevo diésel o gasolina. A partir de 2035, su venta quedará prohibida en territorio europeo. Algo que, a priori, parece complicado, si tenemos en cuenta que, hoy por hoy, casi todo el parque móvil español está integrado por turismos diésel y gasolina. La pregunta que surge es inevitable. Ante la disyuntiva de cambiar de automóvil: ¿qué hacemos? Es normal que las dudas asalten a los conductores. Comprarse un coche supone una inversión elevada y hay que tener muy claro qué vamos a hacer. Antes de decidirse por un modelo y una marca, hay que valorar una serie de variables para acertar en la elección.

 

Un tipo de coche para cada tipo de uso

La clave para acertar pasa por ver qué tecnología se adapta más a nuestras necesidades. No todas las alternativas valen para todos los conductores. Por ejemplo, los coches de gasolina son los más asequibles para el bolsillo; los diésel, los que menos gastan en viajes largos; y los híbridos, los más eficientes en ciudad.

“Lo primero es valorar qué uso damos al coche, si va a ser eminentemente urbano o pensamos viajar mucho con él”, avanza Rafael Riquelme, vocal del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid (COIIM). Es decir, cuántos kilómetros recorremos al año, por dónde conducimos, cómo son nuestros desplazamientos… También deben tenerse en cuenta los plazos de entrega, que pueden alargarse hasta los seis meses debido a la crisis de microchips, que impide a los fabricantes producir al ritmo que desearían.

En los últimos años, se han consolidado tecnologías alternativas al diésel y a la gasolina. Hasta hace relativamente poco tiempo, bastaba con elegir entre uno u otro combustible, derivados ambos del petróleo. Ahora, eso ha cambiado. En el mercado también encontramos coches eléctricos, híbridos convencionales, híbridos enchufables (PHEV, por sus siglas en inglés), microhíbridos… e incluso propulsados por gas o por pila de hidrógeno, que algunos consideran la tecnología del futuro.

Coches eléctricos: los menos contaminantes

En su ‘Guía de compra de vehículos electrificados’, el COIIM señala que, antes de decantarse por un modelo concreto, es necesario interpretar varios datos relativos al tamaño de la batería, al consumo y potencia del vehículo.

Los más caros y menos contaminantes son los eléctricos puros. “Es la gran apuesta tecnológica del sector y la mayor parte de los fabricantes ya han anunciado que van a ir virando sus modelos hacia el 100 % eléctrico”, afirman desde Faconauto, la patronal española de concesionarios. Además de no emitir gases contaminantes, el coste de recarga de sus baterías es muy inferior al de un vehículo convencional.

Sus gastos de mantenimiento también son menores con respecto a los motores de combustión, ya que sus piezas mecánicas suelen fallar menos. “Se limitan prácticamente al desgaste de ruedas y a la reposición de fluidos, como el líquido de frenos y el del limpiaparabrisas. Además, la frenada regenerativa reduce el desgaste de las pastillas”, defiende el director general de la Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso de la Movilidad Eléctrica (Aedive), Arturo Pérez de Lucía.

Pero no todo son ventajas. Su principal pega tiene que ver, más que con el precio, con la autonomía de las baterías. Esto obliga a planificar con detalle los desplazamientos largos, ya que estarán condicionados por los puntos de recarga que existan a lo largo del trayecto. Otro problema es el tiempo de carga, que puede alargarse hasta los 60 minutos en un sistema de carga rápida o hasta las 12 horas en uno convencional.

Coches de hidrógeno: una opción de futuro

Tampoco emiten gases contaminantes los vehículos impulsados por hidrógeno. De ahí que algunos vaticinen que esta sea la tecnología del futuro. El único residuo que sale por sus tubos de escape es vapor de agua. Este coche lleva incorporados unos tanques de almacenamiento en los que se inyecta el hidrógeno en unas condiciones de presión determinadas.

El tiempo de repostaje y autonomía son similares a los diésel o gasolina, pero es necesario que exista una infraestructura de estaciones de servicio (hidrogeneras) para repostar que, hoy en día, es inexistente. En España apenas funcionan seis de estas instalaciones, ninguna de uso público, lo que limita la comercialización de estos coches.

Para solventarlo, la Comisión Europea ha tomado medidas con el fin de que sea obligatorio el desarrollo de esta red mínima de hidrogeneras. Antes de 2030, se abrirán entre 100 y 150 hidrogeneras en nuestro país, lo que permitirá que el usuario tenga opciones reales de elegir uno de estos coches.

Coches híbridos y de gas: el paso intermedio

Todos los vehículos propulsados por tecnología de hibridación (ya sean híbridos puros, microhíbridos o híbridos enchufables), así como los que funcionan con gas (tanto licuado de petróleo como natural comprimido) son idóneos para avanzar en la transición hacia una movilidad descarbonizada. No obstante, todos ellos cuentan con un depósito de combustible fósil para poder circular. Aun así, cada uno tiene sus propias peculiaridades.

Gas

Los coches de gas, por ejemplo, ahorran en carburante y sus repostajes apenas duran tres o cuatro minutos, aunque hay pocas estaciones de servicio y su autonomía es menor que la de los motores tradicionales.

Híbridos puros

Para uso urbano, los híbridos puros son la opción perfecta, ya que sus baterías se autorrecargan durante la marcha sin necesidad de conectarlo a un enchufe eléctrico y el consumo de combustible en ciudades es bajo, por lo que las emisiones son menores. La cosa cambia si circulamos en carretera, ya que en los viajes largos el motor de gasolina funciona y consume igual que uno de combustión.

Híbridos enchufables

En cuanto al coche híbrido enchufable, sus baterías sí se pueden recargar conectándolas a la red eléctrica. La capacidad de estos dispositivos es mayor que la de los híbridos normales y, por tanto, la autonomía puede alcanzar los 100 kilómetros. Esto implica que se puede circular diariamente esa distancia sin consumir ni gota de carburante, con el importante ahorro de gasolina (y de dinero) que eso supone.

Eso sí, son vehículos caros. Disponen de un sistema de propulsión compuesto por un motor de gasolina, un propulsor eléctrico y una batería de alta capacidad, que se recarga mientras el vehículo circula y también al enchufarla a la red. Esta tecnología es más cara, lo que repercute en el precio del automóvil. El tamaño de estas baterías es mayor que las que funcionan en los híbridos, lo que dispara su coste.

Microhíbridos

Otra posibilidad es acceder a los microhíbridos, vehículos que incorporan un pequeño motor eléctrico que se alimenta de una batería y cuya misión es la de asistir al motor de combustión en algunas situaciones concretas, como en las aceleraciones, o para asumir el gasto eléctrico de algunos equipos electrónicos. Este motor contribuye a reducir ligeramente las emisiones y se ahorra en torno al 20 % de combustible, pero no es una alternativa sostenible frente al resto de vehículos electrificados.

Cómo cargar el coche en casa y en la calle

En España, 3 de cada 10 automóviles —algo más de ocho millones— disponen de una plaza de garaje en la que poder instalar ese posible punto de recarga. Su precio no suele alcanzar los 2.000 euros. Hasta el 70 % de esta inversión está subvencionada gracias a las ayudas del Plan Moves III.

Instalación del punto de carga en casa

La principal dificultad para instalarlo es la distancia que existe entre el contador y la plaza de estacionamiento. Para ello, hay que contratar siempre a un instalador profesional.

En el caso de que este punto de carga se ubique en una plaza de garaje comunitario, basta con informar a la comunidad de propietarios, ya que no se requiere de su autorización.

Todos los puntos de recarga son universales, es decir, valen para cualquier clase de vehículo. En Europa, todos los coches cuentan con el mismo tipo de enchufe, que sirve tanto para cargas rápidas como domésticas.

Puntos de recarga rápidos y semirrápidos

Si no se dispone de un punto de recarga en casa o en la oficina, la solución pasa por recargar las baterías en puntos de carga semirrápidos o rápidos, ubicados en la calle, en estaciones de servicio o en aparcamientos públicos. El problema es que en estos casos el importe de la electricidad es más alto y el coste por kilómetro va a ser similar al de un diésel.

Coste de recarga para 100 km

El precio de cargar el coche en casa en el tramo horario nocturno, que es el generalizado, ya que sus tarifas son más bajas, ronda los 20 céntimos de euro/ kWh. Eso se traduce en un coste de tres euros por cada 100 kilómetros. En los coches de gasolina y diésel, esa cifra supera los 10 euros con los actuales precios de los carburantes.

Mientras, en la carga rápida, que es la que usan los eléctricos para viajes largos, el precio se sitúa en los 6,16 euros por cada 100 kilómetros, más barato que repostar con combustible fósil.

Puntos de recarga gratuitos

Otra opción en buscar puntos de recarga gratuitos. Estos se pueden encontrar en algunos centros comerciales, supermercados, restaurantes, locales de comida rápida, hoteles, aeropuertos y estaciones de tren, zonas de ocio e incluso áreas cercanas a playas.

El Ejecutivo quiere que, en 2030, cinco millones de vehículos eléctricos circulen por nuestras carreteras y ciudades. Para poder llevarlo a cabo, es imprescindible desarrollar una red de carga pública bastante extensa. La ley establece la obligatoriedad de instalar al menos un punto de carga por cada 40 plazas de aparcamiento en edificios no residenciales. Eso supondrá un importante despliegue de puntos de recarga públicos. En 2021, existían 8.250 de estas instalaciones repartidas por España. Para este año, el Gobierno prevé que funcionen entre 80.000 y 110.000 puntos.

 

Autor: Ramiro Varea Latorre

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